La inteligencia no es una capacidad monolítica, es una habilidad que va cambiando a lo largo de los años. De hecho, cuando somos jóvenes tenemos una inteligencia fluida y más tarde, al llegar a la adultez y la tercera edad desarrollamos una inteligencia cristalizada, que se basa fundamentalmente en la experiencia que hemos acumulado y la formación que hemos adquirido.
Esto significa que la inteligencia se puede desarrollar. A pesar de que tiene un componente genético, en su desarrollo también influye el medio, un entorno enriquecedor, que nos plantee continuamente nuevos desafíos, potenciará la inteligencia. Por supuesto, nuestra actitud también cuenta mucho: para resolver un problema no solo debemos ser perseverantes sino que es imprescindible mantenemos abiertos a diferentes perspectivas.
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